Este es un recuento de las columnas publicadas durante la temporada 2.016 - 2.017 en el portal El Emergente, de Ignacio Serrano. Muchas gracias, 'Nacho'.
Gerardo Boscán Villasmil
La posición seis en el campo es históricamente la más llamativa para los criollos que comienzan a jugar béisbol en Venezuela.
Desde Alfonso “Chico” Carrasquel, pasando por Luis Aparicio, David Concepción, Omar Vizquel, Oswaldo Guillén, César Iztúris o Elvis Andrus junto con Alcídes Escobar y Asdrúbal Cabrera, hay uno que asciende, poco a poco, con sus destrezas.
Freddy Galvis es, actualmente, el campocorto con mayor jerarquía en nuestra pelota. Cabrera ve acción con los Leones del Caracas, pero Galvis viene de ser finalista entre los Guantes de Oro en la Liga Nacional y una agradable sorpresa gracias a su poder en el 2016 con los Filis de Filadelfia.
Con Águilas del Zulia aumentó el nivel de una defensiva que por los primeros 45 juegos lideró Jonathan Herrera, pero tal vez no con la elasticidad, gracia y destreza que el falconiano.
Herrera apela a su experiencia como todo veterano. Bien lo hizo y seguirá haciendo. Galvis explota su juventud, sus condiciones que aún esperan por el poco desarrollo físico y coordinación mental para aplicarlas. Todo eso aplica en su responsabilidad al campo.
“La responsabilidad siempre ha estado desde que me pasaron acá (desde el Magallanes), creo que tenemos que asumirlo de la misma manera y esa es mi forma de pensar”, conversa una de las figuras más queridas por la afición marabina.
En el estadio Luis Aparicio “El Grande”, antes de los compromisos, siempre hay una escuela de béisbol menor esperando para recibir la firma de sus figuras. Desde diciembre, uno de los nombres que más se repiten es el de Freddy Galvis.
“¡Hey, señor ¿podéis llamarme a Galvis, por favor?”! Gritó desde un extremo Héctor David Ramos La Cruz, quien juega en la pequeña liga Sierra Maestra.
Ya no es solo José Pirela o Reynaldo Rodríguez. En su momento Giovanny Urshela o Eleardo Cabrera.
“Uno se siente bien, sabe que hay muchos chamos viéndote y tratas de darles una alegría que, probablemente, muchos de nosotros no tuvimos la oportunidad de disfrutar”.
La manera de jugar de Galvis es un regalo para nuestra pelota. No solo muestra buena técnica, también una alegría, sencillez y pasión por lo que hace.
Se le ve sonreír luego de una atrapada por encima de la segunda base, un giro en medio de la carrera y hacer sonar el mascotín con un disparo certero a la inicial.
“Muchas veces la gente piensa que yo soy un poco cerrado a hablar, ustedes los periodistas también. Pero no soy así, quienes me conocen de cerca lo saben. Pasa que no hay cosa más importante para mí cuando estoy en el estadio que jugar pelota. No soy de estarme tomando fotos por ahí. Esto es mi vida”.
También se le ve disgustado, más cuando no puede mover a un compañero en las bases o no se completa una jugada que parecía segura para retirar un out. Es humano, no una máquina.
“Creo que a veces me afecta un poco porque son muchas las cosas que quieres hacer al mismo tiempo. Dar un hit, un jonrón, ganar un juego, atrapar la bola, quedar campeón”, explicó. “Cuando eso no pasa me siento frustrado, (las cosas) me las tomo a pecho. Termina el juego y sigo molesto, llego a casa y sigo un poco así. El grado de compromiso es grande. Yo vengo aquí a ganar y eso quiero transmitir”.
Esa entrega se vio en estrellas como Miguel Cabrera en un punto de su carrera. Ahora es un "niño" más desarollado y grande dentro del diamante. Juega, hace bromas. Domina el escenario a plenitud.
La entrega de un pelotero como Galvis, en estos momentos que vive nuestra liga es un aliento enorme para el porvenir de la misma.
“Me siento contento. Cuando estás haciendo lo que te gusta estarás bien. Así me siento, trato de disfrutarlo y trato de ayudar al equipo a ganar”, expuso.
“He aprendido a calmarme cuando las cosas no salen bien. Tener un hijo también te cambia. Creo que mi hija me ha ayudado a madurar en ese aspecto porque sé que me está viendo al igual que otros niños. Hay que darles un buen ejemplo siempre porque ya somos figuras públicas a las que ellos siguen”.
Freddy espera por su segundo hijo, esta vez un varón, que seguramente seguirá sus pasos en la pelota, su afición por el reggae y las películas de acción.
“Las cosas serán diferentes porque los ves y verás en ellos un poco de calma, muy distintas las cosas como las veías unos minutos antes”.
Bien sea lo que haga con un turno al bate, atrapando la bola, lanzado a las bases o motivando a los lanzadores, Galvis tiene el mismo mensaje para los chamos que lo ven desde las tribunas o la televisión.
“Cualquier cosa que se propongan lo pueden hacer. Nadie puede decirles qué y qué no hacer, nadie puede decirles que no serán peloteros, astronautas o periodistas. Todo lo que se propongan pueden alcanzarlo. Lo primordial, eso sí, son los estudios, un buen comportamiento, el respeto a los padres. Después, si quieren jugar béisbol o fútbol, que lo disfruten. Todos los sueños se pueden cumplir”.
Ya él vive el suyo con intensidad y entrega esperando extenderlo por muchos años más. Un regalo adelantado para nuestra liga, una motivación extra para los aficionados, compañeros de equipos, prensa y futuras estrellas de nuestra pelota.
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