La primera temporada de Carlos González como jugador regular en las Grandes Ligas no podía encaminarse de mejor manera. En un abrir y cerrar de ojos logró meter números para convertirse en uno de los aspirantes al Jugador Más Valioso de la Liga Nacional, liderando a su conjunto en varios departamentos ofensivos.
Su historia como súper estrella comenzó a escribirla desde su primer encuentro como ligamayorista con los Atléticos de Oakland cuando se convirtió en uno de los pocos jugadores en sus primeros seis imparables como dobletes. Tiempo después fue cambiado a Colorado por el jardinero Matt Holliday, e inmediatamente comenzó a sorprender a propios y extraños.
En la postemporada del 2009 expresó con su madero que estaba listo para asumir el reto que le impusieran en la siguiente temporada. Con 10 inatrapables le puso las cosas difíciles a los Phillies de Philadelphia en la Serie Divisional, y empató la marca de la franquicia, de más imparables en una postemporada, en manos de Dante Bichette.
Este año llegó con la responsabilidad de ser el primer bate del equipo y cubrir el jardín izquierdo del equipo rocoso. Ninguna de las dos tareas asignadas eran de su agrado. Un bate de su calidad y poder se vería afectado al no poder estirar sus brazos para conectar la bola a placer como lo realizó en las ligas menores y con Águilas del Zulia en la pelota invernal en Venezuela.
Sin embargo, eso no lo desmotivó a seguir jugando de la misma forma que lo llevó a las Grandes Ligas. "Yo sabía que si bateaba eran muchas las cosas que iban a cambiar. Y que al hacerlo, me iban a mover de posición", comentó un Carlos González más sereno y con los pies en la tierra, después de vivir la noche más espectacular de su carrera.
"Casi no dormí", comenta aún con emoción por el teléfono después de abandonar el juego del domingo ante los Cachorros, un día después de dejarlos en el terreno con un soberbio cuadrangular de 462 pies en el tercer y último piso del Coors Field, que además, le sirvió para completar la "Escalera" (sencillo, doble, triple y jonrón) y unirse a César Tovar y Carlos Guillén como los únicos criollos en hacerlo. "Aún sentía los abrazos de felicitación de los muchachos y los golpes que me dio el "Negrito" (Melvin) Mora cuando llegué al home para felicitarme", comenta con risas.
La fiesta del jardinero fue previa a la conmemoración del 57 aniversario del debut del primer zuliano en las Grandes Ligas, cuando en 1953 Pompeyo Davalillo se estrenara con los Senadores de Washington, abriéndole las puertas a otros 36 jugadores de la región.
"Bueno, no lo sabía. Pero ahora que me lo dices se siente más bonito todavía por quétodos sabemos en el Zulia lo que significó Pompeyo para nosotros, sobre todo con las Águilas", comentó González.
Su mítica jornada no ha sido la única para los Rockies esta temporada. Carlos participó en el primer No Hit No Run de la franquicia el 17 de abril cuando Ubaldo Jiménez silenció a los Bravos de Atlanta. Su escalera significó la sexta en la historia del equipo convirtiéndose en el centro de atención de todos en Denver. Sin embargo, a pesar de tener números de Más Valioso, aún siente su saco vacío y con muchas cosas que buscar para llenarlo.
"Nada de lo que he hecho hasta ahora tendrá significado si no ganamos nuestro pase a los playoffs e ir a la Serie Mundial", dice con firmeza y llevando su respuesta hasta un tono de compromiso para los últimos dos meses de temporada. "Espero que todo lo que estamos haciendo cada uno de nosotros se unifique al final y podamos recoger los frutos".
A pesar de contar con 25 años, Carlos ha sabido aprovechar cada una de las oportunidades que se le han presentado. Ha sido cambiado en dos oportunidades previas antes de llegar a Colorado y cada una de ellas las toma ahora como aprendizaje. "Las cosas pasan por algo. Estaba destinado a que fuese aquí donde me recibieran como una familia. Fíjate lo del ciclo (Escalera). No era la primera vez que estaba cerca de lograrlo. Pero siempre me faltaba algo. Un doble, un jonrón, un sencillo. Pero ayer (sábado) estaba destinado a que fuese así y de la manera como pasó".
El turno de la gloria no habría llegado si una trágica actuación de su compatriota Rafael Betancourt le hubiese permitido a los Cachorros empatar el juego en el octavo inning, cuando con dos outs y hombres en primera y segunda le permitió a Derek Lee desaparecer la bola por toda la pradera central.
"No me gusta decir que le doy las gracias a Rafael por haber botado esa ventaja. El no estaba contento con lo que había sucedido. Son cosas del juego pasan. En algún momento me tocará a mí. Pero como te dije, las cosas pasan por algo y estaba destinado a que ese día yo tomará el turno para ganar el juego". Ese jonrón para dejar en el campo a los oseznos significó el primero en su carrera para definir un juego.
De 'Pequeño Ponny' al 'Caballo' del equipo.
El carisma y sencillez del zuliano le permitió encajar perfectamente en el dugout de los rocosos, quienes contaban con las figuras de Todd Helton y Troy Tulowitzki como almas de la organización. Su particular forma de llevar el cabello le llevó a sus compañeros a bautizarlo como 'Pequeño Ponny', pero con su bate demostró que eso no es así.
"Carlos es nuestro caballo. Para donde él se mueva, el equipo se va a mover. Si él no defiende, el equipo se ve con un hueco enorme en los jardines. Si él no batea, ves que al equipo le faltan como tres bateadotes”, comentó Ubaldo Jiménez antes del Juego de Estrellas cuando se le preguntó acerca de su injusta exclusión del clásico de mitad de temporada.
"Poco a poco me estoy ganando la confianza de mis técnicos. Sé que aún estoy joven y que sigo aprendiendo muchas cosas", por su puesto, dando palos.
Una de las cosas que más se le ha criticado ha sido su relación de boletos - ponches (19-95), pero eso no le preocupa, pero tampoco le resta atención. Para ello, y todos los logros que ha obtenido hasta ahora ha tenido a una figura casi paterna dentro del club. "He tenido la oportunidad de estar junto con Vinny Castilla. Estar a su lado me ha beneficiado mucho en lo mental. Cuando cometo un error en un turno, me hace ver en que me equivoqué", confiesa.
Su más dura realidad... Venezuela
Su sueño de ser una súper estrella se va construyendo juego a juego y turno a turno. Pero eso también lo va alejando de lo que más le apasiona y le gusta; Jugar en Venezuela con las Águilas del Zulia. "Estoy claro que la temporada que estoy teniendo ahorita puede dejarme sin jugar con Águilas este año", sentencia. "Estoy cerca de los 400 turnos, faltan todavía dos meses de temporada así que las cosas se podrán poner duras".
Pero eso no lo limita a querer venir a jugar aquí. De hecho, si tiene que mover cielo y tierra lo hará. "Yo buscaré cualquier excusa para poder jugar este año allá. Les diré lo que sea. Al menos un mes de temporada me gustaría estar allá ayudando a mi equipo. Ellos saben lo importante que fue para mí haber jugado el año pasado y lo beneficioso que es para todos", enfatiza.
"Yo me he acostumbrado a jugar allá y ojalá me den el chance de hacerlo. Aún queda mucho tiempo y lo primero en lo que me enfoco es en ayudar a los Rockies a avanzar a los playoffs, pero sin olvidarme de mis deseos de jugar allá".
Publicado en el periódico Mi Diario y ampliado especialmente para este espacio
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