23 mayo, 2016

Wilfredo Boscán: "Solo pensé en esta oportunidad"

El lanzador zuliano Wilfredo Boscán debutó el pasado jueves 19 de mayo en las Grandes Ligas, en su cuarto ascenso después de tres "fallidos" en la temporada 2015. El marabino compartió su historia del debut para diario Panorama, y aquí compartimos cómo fue ese día. 

Wilfredo Boscán se convirtió en el zuliano número 46
en debutar en las Grandes Ligas.
“Lo que más espero cuando mi hijo Wilfredo esté grande, es poder contarle que su papi pudo llegar a las Grandes Ligas con mucho trabajo y esfuerzo. 

Nada importa más que estar acompañado de la familia, estar con tu esposa e hijo. Así estábamos el miércoles (18), en el apartamento, temprano porque jugamos a la 1:00 pm. Veíamos televisión cuando en la noche recibí la llamada del mánager de Indianapolis, Dean Treanor. ‘Felicitaciones, vas para Pittsburgh’, me dijo al responder. Bueno, la emoción fue muy grande para mí. Tal vez igual a las tres primeras. 

Camino al estadio no pensaba en nada más que ésta sí iba a ser mi oportunidad. Comencé el año bien en ligas menores, creo que el mejor año de mi carrera. Tuve muy buenas salidas y apenas en dos pudieron hacerme daño. 

Al llegar a clubhouse, coloqué las cosas en mi locker. Vi el número 69 por cuarta vez colgado frente a mí. Y volvía a decirme ‘Ésta vez sí lograré mi sueño’. 

Fui a la oficina del mánager Clint Hurdle, me felicitó por todo lo que había hecho en triple A durante este año. Me dijo que sabía que lo que pasó el año pasado fue difícil para mí, que no debió ser así, pero que esta temporada iba a ser distinto. Que ya sabía que podía pasar del límite de pitcheos y que podía contar conmigo como relevista o abridor en cualquier momento. 

En ligas menores formé parte de una rotación muy buena, llena de prospectos a los que, siendo mis compañeros, ví siempre como motivadores. Si ellos lanzaban siete innings, yo debía salir a hacer lo mismo o más. Fue un orgullo. Hay mucha calidad ahí. Debía esforzarme el doble, pero sin preocuparme por que yo sé que puedo sacar de outs en cualquier nivel. 

Ya en el juego la adrenalina comenzaba a aumentar, pero tenía que mantenerme tranquilo. El pitcher, Jeff Locke, lanzó un tremendo juego con siete episodios. Yo como en el cuarto capitulo, cuando ví que teníamos ventaja de cinco carreras, comencé a estirar y calentar los músculos, callaíto, como si nada. 

En el séptimo llamaron al bullpen y dijeron mi nombre. Ahí dije ‘ahora sí, vamos pa’ dentro. Éste es el momento’. Comencé a calentar, por si acaso en el séptimo pasaba algo. Pero vi que sacó el episodio y ahí sentí que, para el octavo, iba para adentro. 

Cuando vives momentos como ese siempre recuerdas tus raíces, como cuando iba al estadio Alejandro Borges con mi tío Luis y mi hermano Wilner. Ellos siempre creyeron en mí, me ayudaron y me dieron mucho ánimo para seguir adelante.

Después de alcanzar las metas reflexionas que todo el esfuerzo que hiciste para llegar ahí valió la pena. En el 2013, en mi primer año con los Padres de San Diego, fue fuerte. El más duro de todos porque me lesioné el manguito rotador y no fueron mis mejores números. Pero lo importante fue no detenerme. 

Llegó el momento de lanzar. Me pidieron para ir a pitchar. ‘Nada, ahora sí es la hora de demostrar por qué estoy aquí y que puedo trabajar aquí. 

No hablé con Chris Stewart, mi receptor, porque nos conocíamos desde triple A cuando estuvo rehabilitándose. Recordó qué lanzaba y así fuimos. Cuando tuve mi primer bateador me enfoqué en lanzar la primera bola en strike. ¡Listo! Ya estamos metidos en donde queríamos. Así fui sacando bateador por bateador.

Cuando enfrenté a Jeff Francoeur ya estaba más tranquilo. Queriendo salir del episodio rápido, pero la adrenalina seguía ahí. Comencé con bola, pero pude irlo dominando poco a poco con la recta en diferentes lugares. Luego lo sorprendí con esa curva que, de verdad, estuvo muy buena. Lo hice abanicar y terminé ese episodio.


Camino al dugout golpeé el guante y miré al cielo: ‘Gracias, Dios mío’. Fue muy bonito cuando llegué porque todos mis compañeros me felicitaron, sabían que estaba por primera vez ahí y me dijeron que me veía bien. No aguantaba la emoción. 

Esa pelota, la del primer ponche, aún no sé qué haré con ella. Lo pensaré bien. Cuando fui a guardarla, que vi el celular, tenía muchos mensajes y llamadas. A la primera que llamé fue a mi mamá, Nilva. Estaba llorando de la emoción y agradeciendo a Dios por darme la oportunidad de pitchar. Ella siempre lo supo, al igual que mi abuela Jovita.


Siempre agradeceré a todos los que me apoyaron en este camino. Al igual como lo hacía allá en el sector 1° de Mayo, ahora solo me queda, trabajar y aprender más para poder mantenerme mucho tiempo aquí. Solo pensé en esta oportunidad. ¡Gracias, Dios mío!”

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